Fotografía digital / Cristal de bruja ( mineral de yeso, con brillo, procedente del periodo Terciario y Cuaternario)

Y la amable tierra, en los crisoles de su amplio pecho, obtuvo dos octavas partes del fulgor de Nestis, y cuatro de Hefesto. Y nacieron los blancos huesos.

                                                                                                    Fragmento 31B96 de Aecio I, 3,20


Vivimos momentos rápidos donde lo efímero, el usar y tirar, está muy presente. Pese a que todos los avisos sobre cambio climático llaman a una urgencia inmediata, la inercia consumista hace que todas estas alarmas desaparezcan cuando ponen a nuestro alcance toda clase de artículos para que nuestra rítmica no se pare. Y esto hace que solamos olvidarnos de lo esencial, porque no pensamos, simplemente nos entretenemos.

Me viene a la mente la teoría de las cuatro raíces de Empedocles : agua, fuego, aire y tierra.

Estas raíces o elementos, como los llamaría Aristóteles, están sometidas a dos fuerzas que pretenden explicar el movimiento en el mundo: el amor que une y el odio que separa. Todos los seres vivos e inertes somos fruto de este equilibrio.

Cada grano de arena, cada piedra es un testimonio de la antigÜedad, de nuestro planeta, del no tiempo. Ese "no tiempo" quizá sea lo que tiene importancia, algo que es muy difícil de ver desde los ojos de humano del siglo XXI, un tiempo en el que se busca la inmortalidad sin comprender que la tierra se muere.


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